Amor por la propia imagen, como en el antiguo mito de Narciso que, al enamorarse de su propia figura reflejada en el agua, se ahogó porque quiso contemplarla muy de cerca. El término lo introdujeron Havelock Ellis y Paul Näcke en 1898 para indicar esa “perversión sexual en la que el objeto preferido por el sujeto es el propio cuerpo”. En el ámbito psicoanalítico S. Freud elaboró una distinción entre las siguientes formas de narcisismo.
1] NARCISISMO PRIMARIO. Está considerado como una fase intermedia entre el autoerotismo (v.) y el aloerotismo (v.), en la que el niño inviste toda su libido en sí mismo antes de dirigirla a los objetos externos. Respecto al autoerotismo, donde cada una de las pulsiones busca su propia satisfacción vinculada al funcionamiento de un órgano, en el narcisimo primario la satisfacción es todavía autoerótica, pero refiriéndose a una imagen unificada del propio cuerpo o a un primer bosquejo del yo. Esta fase, que en sí es funcional para la formación del yo, de no superarse predispone hacia la paranoia, así como una interrupción en la fase autoerótica predispone hacia la esquizofrenia. Con la reformulación de su pensamiento en ocasión de la introducción del concepto del ello (v. aparato psíquico, § 5) Freud suprime la distinción entre autoerotismo y narcisismo, porque ubica el narcisimo primario en una fase de la vida, anterior a la constitución del yo, cuyo modelo es la vida intrauterina caracterizada por la ausencia absoluta de relaciones objetales. Esta posición la rechazó M. Klein, ante todo porque el narcisismo como relación con la propia imagen no se puede pensar en un contexto absolutamente privado de relaciones, y en segundo lugar porque también el neonato experimenta relaciones objetales de amor y de odio (v. kleiniana, teoría, § 1).
2] NARCISISMO SECUNDARIO. Está caracterizado por un replegamiento hacia el yo de la libido sustraída a sus investimientos objetales. Ante todo, esto es posible porque los investimientos objetales no suprimen los investimientos del yo, de los cuales el ideal del yo es una típica confirmación (v. yo, ideal del), y en segundo lugar porque, escribe Freud, “era preciso ver en el yo más bien un gran reservorio de libido, desde el cual esta última era enviada a los objetos, y que siempre estaba dispuesto a acoger la libido que refluye desde los objetos.” (1922 [1976: 252]).
3] IMPLICACIONES TEÓRICAS. La introducción del concepto de narcisismo obligó a Freud a modificar su teoría de las pulsiones que antes estaban diferenciadas, según la concepción difundida entre los biólogos, entre pulsión de autoconservación o pulsión del yo, orientadas a la conservación del individuo, y pulsiones sexuales orientadas a la conservación de la especie, y después fueron unificadas en la categoría más amplia de las pulsiones de vida (contrapuestas a las pulsiones de muerte), que sólo difieren en su interior por la referencia al objeto, que puede ser externo al yo o el
yo mismo. En esta fase (1911-1914) Freud piensa también que, además de la pulsión del yo (v. yo, libido del), hay otra no libidinal, que denomina interés (v. yo, interés del).
4] DENOMINACIONES. Del término narcisismo derivan las siguientes expresiones: carga narcisista, representada por las reconfirmaciones de su propio valor que el niño espera de los padres, y el adulto de la sociedad; herida narcisista, relativa a las ofensas a la autoestima o amor propio; elección narcisista, referida a la naturaleza del objeto elegido previamente por su semejanza con el sujeto; neurosis narcisista, término que tiende a desaparecer del uso psiquiátrico y psicoanalítico, pero que Freud utilizó para indicar la retirada de la libido de los objetos y su desplazamiento hacia el yo, contrapuesto a la neurosis de transferencia (v. neurosis, § 1). En efecto, por su incapacidad para investir sobre el otro, el narcisista, en el tratamiento analítico, tiene dificultades para instaurar una transferencia (v.); carácter fálico-narcisista, que describieron W. Reich y A. Lowen, sobre todo desde la perspectiva sexual (v. fálico, carácter); fase del espejo, que describió J. Lacan como fase esencial para la formación del yo y por el paso de lo biológico a lo imaginario (v. lacaniana, teoría, § 5).
Fonte: Ciani N. (coord.) (1983); Ellis, H. (1897-1910); Freud, S. (1914); Freud, S. (1922); Grunberger, B. (1971); Klein, M. (1935); Kohut, H. (1971); Lacan, J. (1949); Lowen, A. (1958); Mancia, M. (1990); Reich, W. (1933)
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