Complejo de Edipo

diccionario de psicologia terminos con a
(al. Oedipuskomplex; fr. complexe d’Œdipe; ingl. Oedipus complex; it. complesso di Edipo)

Estructura psíquica en la que se organizan los sentimientos amorosos y hostiles que el niño siente respecto a sus padres y de cuya superación depende, según S. Freud, el futuro perfil psicológico del sujeto.

Por su importancia central en el desarrollo libidinal, Freud, además de la denominación mitológica que se refiere al Edipo Rey de Sófocles, agrega también la denominación de complejo nuclear (Kernkomplex) que, en su forma llamada positiva, se presenta como deseo de la muerte del progenitor del mismo sexo y deseo sexual por el progenitor de sexo opuesto, mientras en la llamada negativa se presenta invertido.

El complejo alcanza su máximo entre los 3 y los 5 años, durante la fase fálica (v.), y su declinación señala el ingreso al período de latencia (v.). La característica de su superación decide la elección objetal en la edad adulta.

Freud considera que este complejo tiene un alcance universal, y la antropología psicoanalítica se ha ocupado de encontrar las pruebas de su presencia incluso en las culturas en las que no predomina la familia conyugal (v. antropología, § 6). Escribe Freud: “Dos factores son los culpables de esta complicación: la disposición triangular de la constelación del Edipo, y la bisexualidad constitucional del individuo.

El caso del niño varón, simplificado, se plasma de la siguiente manera. En época tempranísima desarrolla una investidura de objeto hacia la madre, que tiene su punto de arranque en el pecho materno y muestra el ejemplo arquetípico de una elección de objeto según el tipo del apuntalamiento [anaclítico]; del padre, el varoncito se apodera por identificación.

Ambos vínculos marchan un tiempo uno junto al otro, hasta que por el refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre, y por la percepción de que el padre es un obstáculo para estos deseos, nace el Complejo de Edipo. La identificación-padre cobra ahora una tonalidad hostil, se trueca en el deseo de eliminar al padre para sustituirlo junto a la madre.

A partir de ahí, la relación con el padre es ambivalente; parece como si hubiera devenido manifiesta la ambivalencia contenida en la identificación desde el comienzo mismo. La actitud (postura) ambivalente hacia el padre, y la aspiración de objeto exclusivamente tierna hacia la madre, caracterizan, para el varoncito, el contenido del complejo de Edipo simple, positivo” (1923 [1976: 33-34]).

La declinación del complejo edípico en el niño es, para Freud, la amenaza de castración (v.) por parte del padre, que es determinante en la renuncia al objeto incestuoso. El proceso no es simétrico en los dos sexos, como lo consideraba C.G. Jung cuando conjeturó para la niña el complejo de Electra (v.).

En efecto, para Freud, en el centro de la fase fálica está, tanto para el niño como para la niña, el falo, cuya pérdida es fantasmada en el niño “en calidad de castigo” y en la niña “como premisa” (1924: 184).

De hecho “la niña no comprende su falta actual como un carácter sexual, sino que lo explica mediante el supuesto de que una vez poseyó un miembro igualmente grande, y después lo perdió por castración. […] La renuncia al pene no se soportará sin un intento de resarcimiento.

La muchacha se desliza –a lo largo de una ecuación simbólica, diríamos– del pene al hijo; su complejo de Edipo culmina en el deseo, alimentado por mucho tiempo, de recibir como un regalo un hijo del padre, parirle un hijo.

Se tiene la impresión de que el complejo de Edipo es abandonado después poco a poco porque este deseo no se cumple nunca. AmEDIPO, COMPLEJO DE 365 bos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en lo inconciente, donde se conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual. […] Pero en conjunto es preciso confesar que nuestras intelecciones de estos procesos de desarrollo que se cumplen en la niña son insatisfactorias, lagunosas y vagas” (1924 [1976: 186]).

De la resolución del complejo de Edipo dependen, para Freud:

  • 1] la elección del objeto de amor que, después de la pubertad, cumple los investimientos que evocan las identificaciones y las amenazas inconscientemente percibidas en la época del complejo (v. actividad-pasividad, § 1);
  • 2] el acceso a la genitalidad (v. genital, § 1), que no está garantizada por la simple maduración biológica, sino que requiere la organización de todas las pulsiones alrededor de ese “centro” que es el falo;
  • 3] la estructuración de la personalidad y en especial de las instancias del superyó y del ideal del yo. Con este propósito Freud escribe: “La autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada en el yo, forma ahí el núcleo del superyó, que toma prestada del padre su severidad, perpetúa la prohibición del incesto y, así, asegura el yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto” (1924 [1976: 184]).

En la niña, en cambio, “excluida la angustia de castración, está ausente también un poderoso motivo para instituir el superyó e interrumpir la organización genital infantil” (1924 [1976: 186]). La tendencia moderna del psicoanálisis es considerar el complejo de Edipo, no como la estructura primaria de la futura organización psíquica, sino como una estructura que necesita, a su vez, una interpretación en términos de conflictos anteriores a la edad edípica.

En esta línea encontramos por ejemplo a M. Klein, que le atribuye fundamental importancia a los estados más precoces de la infancia, y remonta el complejo edípico a la presencia simultánea de figuras fantasmaticas “buenas” y “malas” (v. kleiniana, teoría, § 1).

Freud había intentado una hipótesis antropológica para sostener la universalidad del complejo edípico en Tótem y tabú, donde el homicidio del padre primitivo a mano de los hijos, a los que el padre había prohibido el uso de las mujeres, se considera como un momento primordial de la humanidad.

Discutido y contradicho en su fundamento histórico, el mito freudiano de la horda primitiva (v. antropología, § 1, a) mantiene su validez en el nivel simbólico donde, como precisa J. Lacan, se debe interpretar, en la prohibición que obstaculiza el acceso a la satisfacción incestuosa, la instancia que vincula indisolublemente el deseo a la ley.

De opinión opuesta son G. Deleuze y F. Guattari, para quienes la triangulación edípica ideada por Freud es un intento de contener la fuerza del deseo (v., § 6), potencialmente revolucionaria y subversiva, en el ámbito de los muros domésticos, a la que le da, para consumarse, a mamá y papá, o sueños, fantasmas y mitos, de manera que no se salga de este recinto y no se vuelva peligrosa para la sociedad.

En la vertiente antropológica las investigaciones de B. Malinowski en culturas en las que el padre carece de toda función represiva, o que ni siquiera actúa como padre porque no se le reconoce ninguna intervención en el proceso generativo, no existiría ningún complejo de Edipo, que por lo tanto sería exclusivo de la fórmula familiar monogámica que se desarrolló en Occidente.

Esta hipótesis la contradijo C. Lévi-Strauss en el sentido de que, incluso donde no se encuentra un padre material, hay estructuras e instituciones organizativas en torno a la prohibición del incesto, que por lo tanto constituye la ley universal y mínima para una diferenciación entre cultura y naturaleza.

Fonte: Ceccarelli, F. (1978); Deleuze, G. y F. Guattari (1972); Freud, S. (1912-1913); Freud, S. (1923); Freud, S. (1924); Klein, M. (1928); Lacan, J. (1960); Lévi-Strauss, C. (1947); Malinowski, B. (1927); Montefoschi, S. (1982); Propp, V.J. (1928-1946)

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