Autismo

diccionario de psicologia terminos con a
(al. Autismus; fr. autisme; ingl. autism; it. autismo)

Término acuñado por E. Bleuler para describir a individuos completamente absortos en sus propias experiencias interiores con la consiguiente pérdida de cualquier interés por la realidad externa, las cosas y los otros. El término autismo, derivado del griego αντ’ óς, que significa “sí mismo”, tiene un uso genérico y uno específico referido a los niños, y diferente de la denominación autismo infantil precoz.

En su acepción general el autismo presenta las características de una clausura de las relaciones comunicativas con el mundo exterior, con el consiguiente retiro en sí mismo, en la propia vida interior, autocéntrica y dominada por la subjetividad.

El pensamiento autista se alimenta casi exclusivamente de producciones endógenas con materiales derivados sólo del sujeto, a partir de los sueños con los ojos abiertos, de las fantasías, de los delirios y de las alucinaciones; si después la realidad ofrece el material, el sujeto no es consciente, o lo dota inmediatamente de contenidos subjetivos. Autismo, desreísmo (v. desrealización) e introversión (v.) están estrechamente vinculados entre sí.

Cuando el autismo presenta un acercamiento desreísta a la vida entonces, según Bleuler, es uno de los síntomas fundamentales de la esquizofrenia. En su aproximación a la vida el sujeto es completamente egoísta en el sentido literal y no valorativo del término; su yo, que vive excluyendo sistemáticamente la realidad externa, está en armonía soló con sus ideas y con sus emociones, incapaz de dirigir sus energías hacia objetos fuera de sí mismo.

Es común diferenciar el autismo infantil precoz, no propiamente clasificable en los síndromes esquizofrénicos, porque, mientras el esquizofrénico retira su interés del mundo, el niño autista simplemente no lo instaura. Acerca de las razones de este síndrome las opiniones son muy diferentes: se va de la posición de L. Kanner, según el cual el autismo infantil es innato y no ocasionado por una educación equivocada, a la posición de B. Bettelheim, quien afirma que el autismo tiene raíces psicológicas semejantes a las del narcisismo, pues la libido está invertida en el yo, en lugar de en los objetos.

CARACTERES DEL AUTISMO INFANTIL PRECOZ

El niño autista, esencialmente normal en los primeros seis meses de vida, se vuelve anafectivo, mostrando escaso interés por cualquier estímulo tanto auditivo como visual y oponiéndose a toda manifestación de afecto. Un aspecto común de este cuadro es el retraso en el lenguaje, mientras el desarrollo motor está generalmente dentro de la norma.

La afectación de las relaciones con los padres implica que el niño no atraviese las fases normales de ansiedad, de abandono o de miedo por las personas extrañas, así como no manifiesta ningún interés por la compañía de los demás, prefiriendo pasar su tiempo en actitudes de tipo ritualista y de carácter repetitivo.

Resistente a cualquier cambio, por lo que por ejemplo el destete o el uso del cuchillo en la alimentación pueden representar serios problemas, el niño autista muestra un deseo obsesivo y angustiante por mantener el statu quo y ofrece un aspecto inteligente y pensativo, a pesar de tener una modesta inteligencia y con frecuencia un daño auditivo.

Kanner ve en el autismo infantil los caracteres del ensimismamiento, la inaccesibilidad, la soledad, la incapacidad de relacionarse; el cuadro se completa con los juegos sumamente repetitivos seguidos por reacciones de ira si son interrumpidos, preferencia por los movimientos rítmicos como rodar y mecerse, ecolalia (v. ecofenómeno), sustitución del pronombre personal “yo” con “él” y el consiguiente discurso sobre sí mismo en tercera persona.

A Kanner también se debe la diferenciación entre autismo infantil y autismo esquizofrénico: en el primer caso el trastorno autista está presente desde la primera infancia, mientras el esquizofrénico parece normal en los dos primeros años de vida; además, el niño autista es apático, rígido, desapegado y más aislado que el esquizofrénico, que en cambio muestra con frecuencia una voluntad motriz excesiva y apego hacia el cuerpo del adulto.

Los padres de los niños autistas pertenecen a un modelo sumamente coherente con caracteres de notable inteligencia, productividad y con un nivel social elevado; en apariencia fríos y emotivamente impasibles, parecen obsesionados por el deseo de educar niños perfectos.

INTERPRETACIONES DEL AUTISMO INFANTIL PRECOZ

En su primera publicación sobre el autismo infantil, Kanner escribe: “Debemos suponer que estos niños vienen al mundo con una incapacidad innata para establecer el contacto afectivo normal de naturaleza biológica con las personas, tal como sucede con otros niños que vienen al mundo con desventajas físicas o intelectuales congénitas.

Si nuestra suposición es correcta, un estudio más profundo de estos niños debería contribuir a proporcionar criterios concretos a los conceptos todavía vagos de los componentes constitucionales de las reacciones afectivas. Parece, en efecto, que nos encontramos frente a ejemplos clásicos de un trastorno autista innato del contenido afectivo” (1943: 248).

Diametralmente opuesta es la tesis de L. Eisenberg, que inició sus investigaciones sobre el autismo en colaboración con Kanner. Según Eisenberg la etiología del autismo se debe buscar en la educación, a propósito de la cual escribe: “Los crían de una manera que puede ser definida como una caricatura del conductismo watsoniano, según un esquema que ellos encuentran muy adecuado.

Se interesan en el niño sólo en la medida en la que él se demuestra capaz de ejecutar automatismos; de ahí la frecuencia, entre los niños autistas, de prodigiosas explosiones recitativas de cosas aprendidas de memoria.

Se exige el conformismo, se quiere tener un niño ‘perfecto’ o, lo que es lo mismo, un niño que obedece, que ejecuta, que no tiene exigencias propias” (1957: 720). Y: “Se puede pensar que su potencial intelectual está limitado desde el principio, amén de que parece inevitable que un niño cuyo contacto con el ambiente está tan gravemente limitado sufra un deterioro intelectual irreversible, cuando las ocasiones de progreso se reducen a cero a causa de la ausencia de una experiencia normal, concepto revalidado también con los estudios realizados en animales” (1956: 610).

Entre la posición “innatista” de Kanner y la adquirida de Eisenberg se coloca L. Bender, que considera el autismo como una reacción defensiva secundaria por una lesión del sistema nervioso central: “Desde hace mucho considero que el autismo es un mecanismo de defensa que se encuentra frecuentemente en los jóvenes esquizofrénicos, en los niños con lesión cerebral, en los sujetos que han sufrido serios traumas o carencias afectivas graves.

Estos niños se retiran del mundo para protegerse de la desorganización y la angustia vinculadas a esta patología de base […] de su patrimonio genético, de su cerebro, de sus órganos perceptivos, de sus relaciones sociales” (1960: 83).

De opinión exactamente opuesta es B. Rimland, para quien “los niños afectados por ese trastorno primario que es el autismo infantil precoz están genéticamente predispuestos a esta forma morbosa a causa de una inteligencia superior innata de la que se defienden con el autismo, que debe interpretarse como una desviación genética inhibitoria” (1964: 23). R.A. Spitz intentó por primera vez una interpretación psicoanalítica del autismo, según la cual la carencia afectiva, junto a la ausencia de estimulaciones adecuadas, induce en el niño una depresión anaclítica (v. anaclisis, § 3) además de un grave retraso afectivo e intelectual.

En esta línea está C.E. Goshen, que hizo extensivo el estudio del autismo a los núcleos familiares, e insistió en el efecto nefasto de la madre que no es capaz de estimular al niño y de enviarle señales coherentes durante ciertos períodos críticos de la primera infancia, en especial entre el sexto y el decimoctavo mes.

Así el niño puede no llegar a aprender el significado del lenguaje y, en ciertos casos, caer en una condición de debilidad mental. Finalmente Bettelheim resuelve la polémica entre causas orgánicas y causas psíquicas asumiendo esta posición: “Considero que el cuerpo y la psique en la primera infancia están tan poco diferenciados que esta discusión acerca de la hipótesis orgánica o psicógena aparecerá completamente ociosa en una era científica un poco más iluminada.

En efecto, es necesario que el cerebro del niño sea estimulado por experiencias sensoafectivas para que las funciones cognoscitivas y la capacidad de relación se desarrollen plenamente, aunque el niño haya nacido con un potencial de funcionamiento mental y afectivo por completo normales” (1967: 421).

Partiendo de esta premisa Bettelheim promueve su interpretación psicoanalítica en estos términos: “Creo que la causa inicial del retiro autista es la interpretación correcta, por parte del niño, de la actitud negativa con la que se aproximan las figuras más significativas de su ambiente.

Esto, a su vez, provoca en él accesos de cólera hasta que comienza –igual que muchos adultos– a interpretar el mundo a imagen de su propia ira. Todos nosotros lo hacemos de vez en cuando, y todos los niños lo hacen con mucha más frecuencia que nosotros los adultos.

El drama del niño destinado a transformarse en autista es que su visión fantasmática del mundo es confirmada después por su mundo real; y esto en una edad precoz en la que le falta cualquier otra experiencia más benigna capaz de equilibrarlo. Es este hecho el que lo conduce a adoptar la posición autista, y no la proyección de su yo agresivo, aunque tal proyección rápidamente tendrá su parte en el proceso” (1967: 47).

Fonte: Bender, L. (1960); Bettelheim, B. (1967); Bleuler, E. (1911-1960); Eisenberg, L. (1956); Eisenberg, L. (1957); Goshen, C.E. (1963); Kanner, L. (1943); Rimland, B. (1964); Spitz, R.A. (1946); Wing, L. (1968)

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