Sueño

diccionario de psicologia terminos con a
(al. Traum; fr. rêve; ingl. dream; it. sogno)

Actividad mental que se desarrolla mientras se duerme y de la que se pueden conservar, después de despertar, imágenes, pensamientos, emociones que caracterizaron a la escena onírica.

Ésta, completamente gobernada por las leyes de la afectividad, presenta una estructuración por entero separada de los principios que regulan al pensamiento lógico y la orientación en la realidad, sobre todo por lo que se refiere a los principios de identidad, de causalidad, de no contradicción y a las coordenadas espacio-temporales, que experimentan profundas alteraciones respecto a la experiencia diurna.

NEUROFISIOLOGÍA

Los estudios neurofisiológicos destacan, como lo documenta M. Bertini, que en cuanto el organismo entra en la fase REM del dormir (v., § 1), o sueño onírico, se tiene, respecto al sueño no onírico (no REM) que lo precede y sigue inmediatamente, una significativa activación (v.) caracterizada por procesos:

  • a] vegetativos, como la aceleración del latido cardiaco y del ritmo respiratorio, el aumento de la presión sistólica de la sangre, la erección del pene, el aumento de la resistencia cutánea, con reducción de los reflejos galvánicos espontáneos;
  • b] musculares, con movimientos oculares rápidos, movilidad reducida, disminución del tono muscular con acentuación de los movimientos finos en especial en las manos y en la cara;
  • c] neurofisiológicos, respecto a la actividad de la corteza, a la activación del hipocampo y de las áreas subcorticales y mesoencefálicas, reducción de los potenciales evocados, umbrales de despertar relativamente bajos;
  • d] metabólicos cerebrales, con aumento del flujo sanguíneo cortical, el consumo del oxígeno cerebral y la temperatura cerebral;
  • e] neuroendocrinos, con activación de la hipófisis, alteración de las hormonas somatotropa, tiroidea y de las hormonas gonádicas;
  • f] farmacológicos, que reducen el tiempo onírico como los barbitúricos y las anfetaminas, o que lo aumentan, como la reserpina y el LSD.

En los intervalos no REM, que preceden y siguen a las fases REM caracterizadas por la presencia de sueños, el cerebro no suspende el proceso ideativo, pero éste resulta menos vivaz y tiende a asumir formas semejantes al pensamiento del estado de vigilia, incluso si, por informes obtenidos al despertar a sujetos durante los períodos no REM, se pueden reconocer indicios de ideación típica del período REM.

Respecto al contenido se observó además que, con el alargamiento de la actividad onírica, los sueños se refieren a lugares, situaciones, acontecimientos, actividades cada vez más lejanos en el tiempo o sepultados en el olvido. Por lo que se refiere a la función del sueño se han presentado diversas hipótesis de tipo biológico y de tipo psicológico, entre las que recordamos:

  • a] la limpieza del sistema nervioso de los metabolitos endógenos producidos durante la actividad;
  • b] la estimulación de la corteza, esencial en el niño para su desarrollo;
  • c] la reorganización de los esquemas excitadores del sistema nervioso central que se desorganizan durante la etapa no REM;
  • d] la recuperación de la deprivación cuando se duerme y el funcionamiento cortical está reducido;
  • e] la selección de las informaciones acumuladas durante el día para favorecer los procesos de almacenamiento de las memorias;
  • f] la descarga de impulsos fisiológicos en el niño e instintivos en el adulto;
  • g] la satisfacción, en forma encubierta, de los deseos y la solución de problemas emotivos para una mejor adaptación a la vida real.

Por lo que se refiere al olvido del sueño las observaciones experimentales han señalado:

  • a] que el recuerdo del sueño disminuye rápidamente después de finalizar el período REM;
  • b] que el despertar nocturno o brusco permite recordar mejor los sueños que el despertar gradual;
  • c] que se recuerdan mejor los sueños matutinos, así como los más largos y los más ricos en intensidad emotiva.

A estas condiciones generales se deben agregar las diferencias individuales, que en el nivel experimental dieron los siguientes resultados:

  • a] recuerdan más los sueños los que tienen más tiempo onírico, los que presentan un mayor grado de ansiedad, los que tienden a ser más introspectivos;
  • b] recuerdan menos los que tienen una personalidad más represiva y menos creativa –como lo demostraron pruebas efectuadas con estudiantes de ingeniería y estudiantes de disciplinas artísticas–, los que tienen sueños bastante realistas y lógicos, y los que tienen una mayor memoria visual y que por lo tanto se admiran menos de sus sueños ya que pueden integrarlos más fácilmente al pensamiento diurno.

A estas consideraciones se deben agregar las hipótesis psicoanalíticas que se refieren al fenómeno de la censura (v.) y a las condiciones de transferencia (v.) que se instaura entre quien cuenta su sueño y quien escucha.

Pruebas experimentales basadas en electroencefalografía y en el registro de los movimientos oculares destacaron características típicas de la fase REM en los mamíferos y en los pájaros, pero no en los reptiles. Esto hizo considerar que en la evolución de la especie la fase REM puede haber aparecido más tarde.

En el hombre dicha fase se conjetura aun en la vida fetal y, después del nacimiento, mucho antes de que el niño adquiera percepción visual y memoria. La proporción de la etapa REM respecto al total es máxima en la infancia, cuando alcanza valores que oscilan alrededor del 50%, para después reducirse en la edad adulta más o menos al 25% hasta descender, a partir de los 60 años, hasta un 15%, aproximadamente.

En el sueño infantil, además, es máximo el elemento fisiológico y mínimo el de contenido subjetivo, que en cambio aumenta en la edad adulta. La mayor parte de los sueños está privada de tonalidades cromáticas aunque existen dudas al respecto, debido a que la incidencia del color aumenta en relación con la cercanía temporal entre el sueño y su narración.

En los ciegos hay sueños visuales cuando la ceguera surgió después del sexto-séptimo año de vida, mientras los ciegos desde el nacimiento refieren sueños en los que están implicadas imágenes no visuales pero vinculadas a otras formas sensoriales. Esto ha hecho pensar que los movimientos oculares no se relacionen tanto a la visión como a la imaginación del sueño.

PSICOANÁLISIS

El psicoanálisis, con S. Freud, asigna al sueño un significado psicológico que se puede encontrar mediante la interpretación (v.) que traza a la inversa el camino recorrido en el trabajo del sueño que transforma el contenido latente (v.) en contenido manifiesto.

El trabajo del sueño no es creativo sino transformativo; esto responde a “una suerte de constreñimiento a componer en una unidad, en el sueño, todas las fuentes de estímulo onírico existentes” (1899 [1976: 195]). Éstas son los estímulos somáticos, los residuos diurnos (v.), los pensamientos del sueño, que son unificados y expresados en el contenido manifiesto después de la deformación (v.) efectuada, por motivos de censura (v.), por el trabajo del sueño mediante cuatro operaciones: la condensación (v.), el desplazamiento (v.), la representación (v., § 1) y la elaboración (v., § 2) secundaria.

La naturaleza y las funciones del sueño las indica la teoría freudiana en estos términos:

El sueño es un producto psíquico

Por lo tanto no es exclusivamente un producto somático; “no carece de sentido, no es absurdo, no presupone que una parte de nuestro tesoro de representaciones duerme al tiempo que otra empieza a despertar. Es un fenómeno psíquico de pleno derecho, más precisamente un cumplimiento de deseo; debe clasificárselo dentro de la concatenación de las acciones anímicas de vigilia que nos resultan comprensibles; lo ha construido una actividad mental en extremo compleja” (1899 [1976: 142]).

El sueño es una forma de pensamiento

“Una forma particular de nuestro pensamiento, posibilitada por las condiciones del estado del dormir. Es el trabajo del sueño el que produce esa forma, y sólo él es la esencia del sueño, la explicación de su especificidad” (1899 [1976: 502]). Esta forma de pensamiento, según la opinión de Freud, no debe identificarse con el inconsciente porque “el sueño no es lo ‘inconsciente’; es la forma en que un pensamiento que ha quedado pendiente desde lo preconciente, o aun desde lo conciente de la vida de vigilia, pudo ser trasegado merced a las condiciones favorables del estado del dormir. Dentro de este último, ganó el apoyo de mociones inconcientes de deseo y experimentó así la desfiguración por obra del ‘trabajo del sueño’, que está determinado por los mecanismos que rigen para lo inconciente” (1920 [1976: 158]).

El sueño onírico protege al sueño fisiológico

“El sueño es el guardián del dormir, no su perturbador. […] El deseo de dormir (al que el yo consciente se ha acomodado y que junto con la censura onírica y la ‘elaboración secundaria’, abordaremos después, son su contribución al soñar), debe entonces computarse en todos los casos como motivo de la formación de sueños, y todo sueño logrado es un cumplimiento de él” (1899 [1976: 245-246]).

“El sueño es la satisfacción (encubierta) de un deseo (supresión, represión)” (1899: 154)

Esto depende del hecho de que “es un producto del sistema inconsciente, el cual no conoce otra meta para su propio trabajo aparte de la satisfacción de un deseo y no dispone de otra fuerza que las constituidas por los impulsos de deseo” (1899: 518).

El sueño es una formación de compromiso

“Tiene una doble función: por un lado está acorde con el yo, puesto que sirve al deseo de dormir mediante la tramitación de los estímulos que lo perturban, y por el otro permite a una moción pulsional reprimida la satisfacción que es posible en estas condiciones, en la forma de un cumplimiento alucinatorio de deseo. Empero, todo el proceso de formación del sueño, permitido por el yo durmiente, se encuentra bajo la condición de la censura ejercida por el resto de la represión (esfuerzo de desalojo) que se conservó. No puedo exponer de manera más simple el proceso, pues él mismo no es simple” (1932 [1976: 18]).

El trabajo del sueño, llamado también trabajo onírico

Lo define Freud como “esencia del sueño” y lo describe en estos términos: “Lo primero que muestra al investigador la comparación entre contenido y pensamientos del sueño es que aquí se cumplió un vasto trabajo de condensación. El sueño es escueto, pobre, lacónico, si se lo compara con la extensión y la riqueza de los pensamientos oníricos” (1899 [1976: 287]).

En segundo lugar, “en la formación de los sueños ocurre entonces una transferencia y un desplazamiento de las intensidades psíquicas de los elementos singulares, de lo cual deriva la diferencia de texto entre contenido y pensamientos oníricos. El proceso que con esto suponemos es lisa y llanamente la pieza esencial del trabajo onírico: merece el nombre de desplazamiento onírico. El desplazamiento y la condensación oníricos son los dos maestros artesanos a cuya actividad podemos atribuir principalmente la configuración del sueño” (1899 [1976: 313]).

En tercer lugar hacen su aparición los medios de representación de las relaciones lógicas, como las relaciones de causalidad, identidad, semejanza, concordancia, conexión (1899: 311). En cuarto lugar se realiza la elaboración secundaria que “con retazos y harapos tapa las lagunas en el edificio del sueño” (1899 [1976: 487]).

Estos mecanismos retóricos están presentes, en opinión de Freud, también en las psiconeurosis: “Las deformaciones léxicas del sueño se asemejan mucho a las que conocemos en la paranoia, pero que tampoco faltan en la histeria y en las ideas obsesivas.

Tanto para el sueño como para las psiconeurosis la fuente común son los artificios verbales de los niños, que en ciertos períodos tratan de hecho a las palabras como si fuesen objetos e inventan lenguajes nuevos y formaciones sintácticas artificiales” (1899 [1976: 309]).

La interpretación del sueño la considera Freud “es la vía regia hacia el conocimiento de lo inconciente dentro de la vida anímica” (1899 [1976: 597])

Ésta recorre a la inversa el camino recorrido por el trabajo del sueño, retrocediendo desde el contenido manifiesto hasta el significado latente al que conducen las asociaciones libres (v., § 4) del soñador y el conocimiento del simbolismo onírico (v. símbolo, § 5, a).

Con la guía de estas indicaciones se llega a poner de manifiesto algunos temas centrales que remiten al deseo reprimido, por lo general de naturaleza infantil o sexual, que constituye a un mismo tiempo la fuerza del sueño y su significado latente: “los elementos presentes en el contenido del sueño que han de aprehenderse como símblos nos obligan a una técnica combinada que, por una parte, se apoya en las asociaciones del soñante y, por la otra, llena lo que falta con la comprensión de los símbolos por el intérprete” (1899 [1976: 359]).

“El conocimiento del simbolismo onírico, en cambio, resulta el medio más valioso para la interpretación precisamente donde las asociaciones de quien soñó fallan o se vuelven insuficientes” (1900: 48).

Las excepciones a la teoría según la cual todos los sueños son satisfacción de deseos son para Freud sólo aparentes, por lo que por ejemplo en los sueños de castigo lo que se satisface es el deseo de quien sueña en ser castigado por los impulsos de deseos reprimidos o ilegítimos; en los sueños de contradeseo, donde el tema es la frustración de un deseo, lo que se satisface es un deseo masoquista satisfecho por una aparente frustración.

Lo mismo puede decirse de los sueños de angustia (v. pesadilla), debidos a una falla del trabajo onírico que no logra encubrir lo suficiente el deseo prohibido y crear un compromiso entre la satisfacción del deseo inconsciente y el deseo preconsciente de dormir que exige la supresión de la excitación inconsciente.

Una excepción aparente la constituyen los sueños en las neurosis traumáticas, a propósito de las cuales Freud escribe: “en la neurosis traumática los sueños reconducen tan regularmente al enfermo a la situación en que sufrió el accidente, es palmario que no están al servicio del cumplimiento de deseo, cuya producción alucinatoria devino la función de los sueños bajo el imperio del principio de placer.

Pero tenemos derecho a suponer que por esa vía contribuyen a otra tarea que debe resolverse antes de que el principio de placer pueda iniciar su imperio. Estos sueños buscan recuperar el dominio (Bewältigung) sobre el estímulo por medio de un desarrollo de angustia cuya omisión causó la neurosis traumática.

Nos proporcionan así una perspectiva sobre la función del aparato anímico que, sin contradecir al principio de placer, es empero independiente de él y parece más originaria que el propósito de ganar placer y evitar displacer” (1920 [1976: 31]).

Por lo que se refiere al olvido del sueño, Freud considera responsable no tanto el paso del sueño a la vigilia, cuanto la acción conjunta de la censura (v.) y de la resistencia (v.).

PSICOLOGÍA ANALÍTICA

La psicología analítica con C.G. Jung, define el sueño como “una autorrepresentación espontánea de la situación actual del inconsciente expresada en forma simbólica. Esta concepción contrasta con la fórmula freudiana sólo en cuanto renuncia a dar una formulación precisa del sentido del sueño y, aunque afirma que el sueño es una representación simbólica de un contenido inconsciente, deja en duda el problema de si estos contenidos son siempre satisfacciones de deseos” (1916-1948: 282).

A partir de estas premisas Jung ofrece su línea de lectura del sueño que, esquemáticamente, puede indicarse en los siguientes puntos.

  • 1] Los sueños pueden ser vistos no sólo con el método causal sino también con el prospectivo o constructivo (v.), porque “cuando se tiene que ver con cosas psíquicas el preguntarse ‘¿por qué se verifica tal cosa?’ no es necesariamente más productivo que preguntarse ‘¿Con qué fin sucede?’” (1945-1948: 303). Esto permite a Jung ver en el sueño las líneas de desarrollo de un proceso psíquico a partir de las potencialidades que en aquél se manifiestan como todavía no realizadas.
  • 2] Por esto es necesario renunciar a una simbología onírica válida para todos y hacer referencia al contexto biográfico y psicológico del que sueña: “Para establecer el significado del sueño preparé, sobre la base de las constataciones arriba recordadas, un procedimiento al que di el nombre de ‘relevación de contexto’, y que consiste en esto: cada vez que del sueño emerge algo particular se establece mediante las asociaciones del paciente qué matiz de significado asume para él eso particular” (1945- 1948: 307-308).
  • 3] “Desde el momento en que el significado de la mayor parte de los sueños no coincide con las tendencias de la conciencia sino demuestra desviaciones características, debemos suponer que el inconsciente, matriz de los sueños, posee una función autónoma” (1945-1948: 309). A esta función Jung le da el nombre de compensación, que define como “una confrontación y una comparación de datos o puntos de vista diferentes, confrontación de la que emerge un ‘equilibrio’ o una ‘rectificación’. Existen, a este respecto, tres posibilidades. Si la actitud de la conciencia hacia la situación vital es en gran medida unilateral, el sueño se sitúa en el extremo opuesto. Si la conciencia tiene una actitud relativamente cercana al ‘punto medio’, el sueño se satisface con variantes. Pero si la actitud de la conciencia es ‘correcta’ (adecuada), el sueño coincide con la tendencia de la conciencia y por lo tanto la subraya, aunque pierda su autonomía característica” (1945- 1948: 310).
  • 4] Por lo que toca a la interpretación, ésta puede referirse al objeto (Objektsufe) o al sujeto (Subjektstufe), según las figuras oníricas sean interpretadas por lo que significan en la vida de quien las sueña, o como expresión simbólica de sus componentes psquícos.
  • 5] Además del inconsciente personal, el sueño puede hacerse representante de temas propios del inconsciente colectivo. En este caso Jung habla de “‘grandes’ sueños, es decir de sueños ricos en significado que provienen desde este estrato más profundo. Su significado se manifiesta –prescindiendo de la impresión subjetiva– desde su plasticidad, que no pocas veces muestra fuerza y belleza poética.
    Tales sueños se presentan casi siempre en períodos decisivos de la vida, es decir en la primera juventud, durante la pubertad, a medio camino (entre los 36 y los 40 años) y en conspectu mortis. Su interpretación con frecuencia implica dificultades considerables porque el material que puede ofrecer el que sueña es muy escaso. Ya no se trata, en el caso de las imágenes arquetípicas, de experiencias personales, sino en cierta manera de ideas generales cuyo significado fundamental se debe buscar en el sentido que le es característico, y no en cualquier contexto de acontecimientos personales” (1945-1948: 313-314).

ANÁLISIS EXISTENCIAL

El análisis existencial interpreta el sueño como una “manera de ser en el mundo”, aunque sea diferente a la de la vigilia, porque en el sueño no hay distinción entre yo y mundo, con la consiguiente anulación de la relación comunicativa del sujeto con su ambiente y sustracción del sujeto del campo de sus experiencias, por lo que el sujeto, de activo, se vuelve pasivo, privado de libertad, incapaz de integrar y diferenciar.

En este contexto no tiene mucho sentido buscar el significado de los sueños, porque como escribe L. Binswanger, “soñar significa: no sé qué me sucede, ni cómo me sucede. En el yo, en el ‘mí’, reaparece la particularidad, el quisque [cada uno], el εℵαστος ‘´ , pero eso no es para nada el que sueña, es más bien ése al cual –‘y él no sabe cómo’– le sucede eso” (1930: 95).

Tomando de nuevo el fragmento 89 de Heráclito “Aquellos que están despiertos tienen un mundo común, mientras entre los durmientes cada uno se encamina a un mundo privado”, Binswanger subraya que “ya Heráclito se había dado cuenta de que la ruptura del mundo común, su interrupción, tiene una importancia fundamental para la caracterización de la vida psíquica en el sueño y para su delimitación respecto a la del estado de vigilia” (1930: 89).

Además, mientras en el estado de vela el sujeto es artífice de la historia de su vida en el sueño se vuelve una función de vida, en la que más que vivir es vivido por la vida: “Hasta que el hombre sueña ‘es’, para retomar mi vieja distinción, ‘función de la vida’, cuando está despierto él hace ‘historia de vida’. Y justamente hace la historia de su propia vida, la historia interior de su vida, que no debe confundirse con la historia externa, con la historia del mundo, porque su participación o abstención de esta última no depende sólo de él” (1930: 95-96).

COGNOSCITIVISMO

El cognoscitivismo interpreta el sueño como una función esencialmente cognoscitiva que permite llegar a material ideativo diferente de aquel al que tiene acceso la conciencia diurna. Dicho material ideativo está connotado por la creatividad, liberada por el hecho de que en el sueño las formas de pensamiento habituales se atenúan, permitiendo que las ideas, mantenidas aparte durante la elaboración diurna, se asomen y hagan posibles asociaciones fecundas.

Por ende el sueño liberaría vías de comunicación por lo general inhibidas en la forma del pensamiento diurno. Estudios experimentales demostraron además que los sujetos de “pensamiento divergente” en los que domina el hemisferio derecho, el mismo que es especialmente activo en el sueño, recuerdan con más facilidad el sueño que aquellos cuyo estilo de pensamiento es de tipo “convergente”, en los que domina el hemisferio izquierdo (v. pensamiento, § I, 2).

Fonte: Bachelard, G. (1960); Bachelard, G. (1970); Bakan, P. (1976); Bertini, M. (1972); Bertini, M. y C. Violani (coords.) (1982); Binswanger, L. (1930); Caillois, R. (1956); Freud, S. (1899); Freud, S. (1900); Freud, S. (1915-1917); Freud, S. (1920); Freud, S. (1932); Hartmann, E.L. (1967); Jones, R.M. (1970); Jung, C.G. (1916-1948); Jung, C.G. (1934); Jung, C.G. (1945- 1948); Koestler, A. (1964); Mancia, M. (1987); Oswald, I. (1962); Resnik, S. (1982); Rose, S. (1976); Rycroft, Ch. (1979)

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